sábado, 30 de noviembre de 2013

La distancia narrativa



Dice Zizek en "Matrix y la filosofía" que tan loco está el loco que se cree un rey como el rey que se cree un rey. Dice que los celos patológicos de un hombre que cree que su mujer le engaña con otro hombre siguen siendo patológicos cuando la mujer le engaña con otro hombre. En realidad el filósofo esloveno cita a Lacan, y me da que pensar.

Se trata de la distancia entre lo que somos en un mundo de simbolos intersubjetivos y lo que somos realmente. Mi uniforme puede ser de bombero o de médico, pero yo no soy lo uno ni lo otro. Soy yo, y cuando apago un fuego o cuando firmo una receta, no hago otra cosa que interpretar un papel que los demás aceptan. Si se rompe la distancia caemos en un pequeño abismo.

Lacan decía que la Mujer no existe. La mujer, según Lacán es uno de esos roles intersubjetivos que una parte de la humanidad interpreta. A veces se interpreta segun la genitalidad, pero también se puede esquivar ese límite físiológico; los transexuales recurren a la cirugía, otros prefieren el disfraz. Tengo un amigo que resuelve la cuestión sin cosmética. Cuando habla conmigo es masculino, cuando sale por Chueca cambia el tono de voz.

La Tertulia del Farolillo transita a menudo por el enfrentamiento de sexos. Lo hizo anoche, no era la primera vez; es seguro que no será la última. Hay voces que muestran resentimiento hacia el sexo masculino, hay voces conciliadoras que creen que el hombre tiene redención, quien sabe si en la otra vida y después de penosos trabajos forzados en alguna sección de calderas especialmente destinada a tal propósito.



El sector masculino mostraba la misma división. A un lado estábamos los más cobardes que atiplábamos nuestras voces y tratábamos de parecer menos masculinos para ser más aceptados. El otro bando defendía las prerrogativas que acompañan el haber nacido con unos genitales masculinos. Tengo un amigo que dice que prefiere exagerar su machismo porque diga lo que diga la sentencia de culpable está escrita en su frente antes de que empiece a hablar en este tipo de debate.

La guerra de sexos no me parece una guerra literaria porque es una partida con demasiadas cartas marcadas. Por ejemplo yo puedo sentirme solidario con los judíos en una película del holocausto y defender el sionismo con más fervor que Spielberg sin necesidad de ser judío. La batalla de sexos no acepta que yo haga lo mismo. Si intento identificarme con el otro contendiente descubro que pertenezco a la subcaldera que espera más siglos de tortura en el infierno, la de los que "encima van de buenecitos."

En cualquier contienda vibrante hay una carta por descubrir, una verdad por desvelar. Pero en la contienda de los sexos todas las cartas están al descubierto. Los hombres entramos en la conversación con un rasgo acusador, con unas orejas de burro. La genitalidad decide de modo irreversible que estás en el bando culpable y no es posible cambiar la sentencia. Es como tener la piel negra e irte una noche de parranda con el Ku Klux Klan.

En el relato de Geles comentamos que no había ironía. No había distancia entre la autora y los hechos que narraba. Algo parecido se dijo de María Rosa la semana anterior. Sus poemas eran ella, eran lo que sentía, tal como lo sentía.



La distancia entre el yo verdadero y el narrador es el espacio donde suelo sentirme agusto. Cuando a Cela lo echan de una pensión, en "El viaje a la Alcarria" dice que al viajero lo echaron. Todo es ironía, todo es distancia, también las penalidades de aquel viaje. La ironía le permite elegir si quiere ser él o quiere mirar de lejos.

Yo disfruto una discusión donde puedo elegir sacar una bandera o esconderla, ser del Madrid o cambiar por el Barça. Pero una discusión donde ya estoy encerrado en un banquillo por mi color de piel o por un rasgo físico que viene de fábrica me estimula poco.

Matrix escenifica la ironía con un mundo virtual donde el que entra es esclavo de unas reglas que lo aniquilan cuando muere en un videojuego. La mayor ironía del cine de todos los tiempos es ese personaje de Neo que elije que no quiere seguir las reglas del juego, prefiere no sufrir las balas y volar cuando se le antoje. La gran ironía es la gran libertad. Lacan dice que la Mujer no existe, Neo dice que el mundo físico no existe, ni la muerte, ni el dolor. A mi, ayer, me apetecía decir que el Hombre tampoco existe.

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿La imaginación es inocente?



El cristianismo dice que los creyentes son culpables de sus malos pensamientos. Buñuel opuso a la mala conciencia cristiana la inocencia de la imaginación. “La imaginación es inocente” dijo en varias entrevistas y en sus memorias. Es de sobra conocido que ningún creador ha ido a la cárcel por matar a sus personajes. Yo, sin embargo, hubiera obligado a hacer un mes de servicios a la comunidad a los hermanos Coen por matar a Brad Pitt en “Quemar antes de leer”, a Szpilman por no ayudar al oficial alemán que le salvó la vida y dejarlo morir en “El Pianista”.

La imaginación es inocente pero Lope pone a prueba las afirmaciones de Buñuel. Su cuento hablaba de un adulto exhibicionista y de menores de edad. Igual que en un cuento de Poe, relatar algo perverso no hace perverso al autor. Tampoco el lector necesita lavar su conciencia. Al menos en la teoría. Pero no es así en la realidad. Los libros de crímenes sanguinarios copan las librerías y los quioscos pero un libro pedófilo no tiene futuro. Alguien citó Lolita, la contertulia que lo hizo tenía un nombre parecido. Pero es discutible si Lolita hubiera llegado a publicarse con los adornos gráficos de la prosa de Lope.

Mi pregunta sigue ahí. ¿Por qué los crímenes de la ficción no son punibles y los relacionados con cierto tipo de sexo despiertan la censura de nuestra conciencia? ¿Es que el cristianismo tiene razón en este punto? ¿Se puede condenar la imaginación en ciertos casos?

Dice Slavoj Žižek que en la pornografía se invierten los papeles de actor y de espectador. El actor, en realidad no se estimula a sí mismo, sino al público. El espectador no está escondido e invisible; es el centro de la acción. Siguiendo el hilo de Zizek, el lector no puede desvincularse de la moral de una ficción si ha participado en ella con su lascivia.



Cuando dicen no, quieren decir sí
Un contertulio sufre mal de amores. Alguien citó a Mark Twain. Lo peor de que te dejen es tener que aguantar que todo el mundo te de consejo. La cuestión se hizo más literaria cuando nos hizo preguntarnos que era un “no”. El cerebro masculino parece educado para traducir el no femenino como un reto, como un sí falto de insistencia. Llevado a sus últimas consecuencias, el sexo femenino no tiene derecho a rechazar a un pretendiente armado de paciencia. Llevado a sus últimas consecuencias el hombre pesado y el violento parecen un poso inevitable. Hay una magia en los lenguajes cruzados y en las incomprensiones de los sexos, en el “vive la diference!”, y en las traducciones simultáneas que han dado lugar a más de un best-seller. Pero también es posible, solo digo que posible, que a veces alguien tenga que tirar la toalla.

Color local
Geles escribe de su viaje a Sudamérica. En el relato abundan los detalles locales, pero falta algo, quizá la viajera, quizá un hilo, quizá un no sé qué. Borges, para afirmar lo innecesario del color local, anotaba en su artículo “El escritor latino y la tradición” que en el Corán no hay camellos.

Además, no sé si es necesario decir que la idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferenciales del país que la produce es una idea relativamente nueva; también es nueva y arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas de sus países. Sin ir más lejos, creo que Racine ni siquiera hubiera entendido a una persona que le hubiera negado su derecho al título de poeta francés por haber buscado temas griegos y latinos. Creo que Shakespeare se habría asombrado si hubieran pretendido limitarlo a temas ingleses, y si le hubiesen dicho que, como inglés, no tenía derecho a escribir Hamlet, de tema escandinavo, o Macbeth, de tema escocés. El culto argentino del color local es un reciente culto europeo que los nacionalistas deberían rechazar por foráneo.
He encontrado días pasados una curiosa confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del color local; encontré esta confirmación en la Historia de la declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos
"El escritor argentino y la tradición". Borges.



Más fotos de la tertulia.

domingo, 3 de noviembre de 2013

domingo, 18 de agosto de 2013

Tertulias literarias en Estados Unidos



En Estados Unidos la red social de kedadas se llama meet up. Hay cientos de quedadas en cada ciudad cada día. Los desconocidos quedan para jugar al monopoly, para speed date, para caminar, para bailar, y para hablar de literatura.

Las tertulias culturales son temprano y nunca duran más de dos horas. El organizador pone una hora para acabar, y nadie se queda mucho más allá. Fui a tertulias de tres a cinco, de cinco a siete; la más tardía empezó a las siete.

El americano tiene un punto comedido que le asemeja al británico. No pone gran emoción en sus exposiciones y está encantado de ceder la palabra. Es difícil que haya una estrella en una tertulia; nadie quiere llamar mucho la atención. También es difícil que alguien se quede callado a menos que quiera quedarse callado. Se invita siempre a participar al que menos ha hablado, y nadie le interrumpe. Es como si cuanto más rato está en silencio, más puntos acumula el contertulio para su intervención. Se escucha más al que más ha escuchado.

Las tertulias son tan variadas que hay una cierta especialización. Fui a tertulias de creadores que querían opiniones sobre sus escritos. Para no perder tiempo dejaban el texto publicado en la web de meet up y no se leía en público. También había quedadas de lecturas, donde se programaban libros para comentar. La tertulia de comedia explotaba solo el aspecto humorístico de los textos y no se hablaba de ningún elemento de estilo que no estuviera al servicio de ese objetivo. En la tertulia de Arlington Writers se abordaba un enfoque cada semana, en una se leían textos, en otra se hacían ejercios, y en la que yo asistí, los profesionales explicaron a los principiantes como se entraba en el mundo editorial. Mi tertulia favorita era la tertulia de filosofía. El marco del patio interior del Smithsonian de Foster acogía un grupo variopinto, especialmente de científicos que hablaban de "dead philosophers". Tenían un sesgo americano de entender la filosofía, eran prágmáticos y liberales, aceptaban otras creencias y daban la sensación de aprovechar intelectualmente aquellas dos horas de domingo.

domingo, 2 de junio de 2013

Una tertulia o una charla de taberna

Chesterton fue católico, Chesterton creyó en la Edad Media de los prerrafaelistas (Of London, small and white, and clean), Chesterton pensó, como Whitman, que el mero hecho de ser es tan prodigioso que ninguna desventura debe eximirnos de una suerte de cómica gratitud. Tales creencias pueden ser justas, pero el interés que promueven es limitado; suponer que agotan a Chesterton es olvidar que un credo es el último término de una serie de procesos mentales y emocionales y que un hombre es toda la serie. En este país, los católicos exaltan a Chesterton, los librepensadores lo niegan. Como todo escritor que profesa un credo, Chesterton es juzgado por él, es reprobado o aclamado por él. Su caso es parecido al de Kipling, a quien siempre lo juzgan en función del Imperio Británico.
Borges. “Otras Inquisiciones” 1952.

Triste destino el de Borges, verse condenado a la misma pena que no quiso para los demás. Creo que ningún autor en lengua castellana se merecía un premio Nobel como Borges. También sé que tenía escasas posibilidades de recibirlo por su posicionamiento político. La academia sueca le juzgó por su credo, no por toda la serie de procesos mentales y emocionales que era él, una de las grandes individualidades de la literatura del siglo XX.

En la última tertulia de El Farolillo Rojo anoté que no me parecía “una charla de taberna”. Pero no encontré una explicación para diferenciar la charla de taberna de algo especial como una tertulia. Borges me da las palabras. La tertulia es el lugar donde queremos saber que camino ha recorrido el otro, no su punto de llegada. Queremos saber las vivencias, no la bandera. Sabemos que en cada uno de los que se sienta a compartir hay un pasado, un mundo de lecturas, de emoción, de tensión. Queremos oírle, no juzgarle, queremos conocer, no etiquetar.

Dice el proverbio indio que no se debe juzgar a un hombre sin haber caminado diez millas con sus mocasines. Dice Antonio Costa, en su último artículo, que no vale un resumen de dos líneas de Ana Karenina para lo que llevó una vida entera escribir, dice, citando a Jasmina Tesanovic, que la política es idiota porque simplifica y polariza. Dicen los buenos profesores de ciencias que no les interesa el número, o la solución, al final del problema, que quieren conocer los procesos mentales que han llevado a ese guarismo.

Una vez oí decir a un profesor de un taller de literatura después de una clase, tomando unas cervezas: “yo jamás aceptaría un amigo que tuviera esa posición ideológica.” Quizá pensó, igual que Sartre, que la literatura no es inocente, que es un arma en manos de una clase social, y que solo puede existir desde un compromiso, desde una determinada conclusión, desde un juicio, desde un resultado del problema, desde una bandera. Yo solo sé que por un momento, oyendo a aquel profesor de un taller de relato carísimo, pensé que no estaba dentro de una tertulia. Sentí que estaba en una taberna.

sábado, 25 de mayo de 2013

Lo viajes. Tertulia en la librería de Abel



Leímos un texto de Antonio Costa en el que un gallego viajaba en tren con una mujer hermosa. Cual fue nuestra fascinación cuando descubrimos que la mujer era Marilyn Monroe a la cual todos conocíamos, y queríamos conocer mejor, y cual nuestra sorpresa cuando vimos que el gallego era un rendido Antonio Costa que, por más que todos los lectores lo presentíamos y lo lamentáramos, iba a  verla salir del vagón sin haber conseguido sus favores sexuales.

Xan leyó un capítulo más de su libro que está a punto de ser publicado. Sus dos animales están evolucionando entre aventuras y charlas. Uno de ellos, el perro más cascarrabias, hizo correr por el vecindario el rumor de que sus mordiscos estaban envenenados. No consiguió ser respetado, pero sí consiguió ser rechazado. Su amigo, el perro noble, ingenió otra comidilla para ayudarle. Xan sabía de hablar de la fama y del respeto, de animales que aprenden y de revuelos, con un estilo tan ágil que casi, casi, era invisible.

El cuento de Juan Ignacio hablaba de un amigo rico y un amigo pobre; de deseo carnal y de una mascota. La hija del amigo rico había empezado a madurar, pero, rezagada en su propia inocencia cultivaba la amistad de un cocodrilo. Era un animal de compañía o era un animal al acecho. En algún momento el cocodrilo y y el amigo pobre se fundían en uno solo.

Juan Carlos nos sorprendió con una bellísima canción y con una glosa sobre la letra de la misma que trata del mito de Calypso.


calipso taped on 05/24/13 at 11:57pm with audio app TINYVOX

Abel, que ofreció cortesmente su librería, leyó un poema de Carver.
 
MIEDO
Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja, y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya he dicho eso.

También leyó algunos fragmentos sobre viajes elegidos al azar. Una de sus citas hablaba del miedo a viajar a otro lugar y no tener nada que contar. José habló de sus alumnos. Él está intentando que sus alumnos relaten y los alumnos le responden que narrar no sirve para nada porque ya hay quien estuvo allí, y porque lo importante es ver y sentir, y estar, no el contar.



Se habló de los paraísos fiscales. Alejandro dijo retóricamente ¿por qué hay paraísos fiscales? “Porque hay infiernos fiscales”, respondió él mismo. Hablamos de la presión fiscal en España. La mayoría opinó que era alta, todos que era mejorable. Abel dijo que estaba mal repartida. No era una charla de taberna. No queríamos ganar. Era una tertulia donde todo el mundo estaba a gusto exponiendo un punto de vista. Hubo quien defendió a la corona, hubo quien contó con los dedos de sus manos el tiempo que le quedaba. Nos remontamos a Roma, a su República, a su Imperio.

Hablamos de los vascos y de su influencia sobre el castellano. Hablamos del término castellano, y del nombre de pila Vasco. Hubo quien se definió políticamente, y hubo quien quiso mantener cierta distancia poética, aunque ninguno llegó a conseguirlo del todo. También hablamos de la palabra friqui, y de por qué no decir raro y de su traducción al inglés que no es freak sino geek.

Alguien sacó el tema de los colores. Hay diferencias entre los colores para un hombre y una mujer. Alguien nombró el siena, el índigo, ¿qué color era el granate y el lavanda? Hablamos del futuro del libro, de la autoedición. Hablamos de la piratería y de los programas de retoque fotográfico como Photoshop que requieren años para aprender a usar una pequeñísima parte. Xan ha descubierto que tiene un imitador. Se llama David Pintor.



(Aquella misma noche tuve un sueño extraño. En el sueño yo salía de la librería de Abel acompañado de otro tertuliano. En el camino, él me preguntaba por qué yo hacía tantas muecas durante las tertulias. Yo respondí que yo no hacía muecas. Él sacó su móvil y me enseñó las fotos que me había sacado un rato antes. En una yo gesticulaba como un orangután mientras Xan leía su texto, en otra reía como un payaso mientras todos hablaban seriamente de algún tema. Yo no podía recordar haber hecho ninguna de aquellas cosas…)

sábado, 11 de mayo de 2013

¿Por qué escribimos?



Yo prefiero “por”, alguien dijo que prefería “para”. El “qué” no lo tocó nadie. Hablo del tema de la tertulia del viernes en casa de José. Nos reunimos bajo el epígrafe de ¿por qué escribimos? Y acabamos hablando de de todo un poco, de lo que llevábamos; de lo mal que nos estaba tratando a todos esta crisis económica que ha convertido el trabajo en imposible.

Antonio leyó un texto sobre la literatura. Usó un bisturí afilado para separar cosas que pertenecen al conocimiento, y cosas que pertenecen a esa otra esfera que es el desconocimiento, la sorpresa, la conmoción, la risa o el no sé que. El escritor es el tonto, decía.



Consuelo leyó un fragmento de Heterodoxia, de Ernesto Sabato.
EL ARTE COMO FORMA DE CONOCIMIENTO. Lo que podemos conocer de la realidad mediante los esquemas de la razón se parece a lo que podríamos saber de París examinando su plano y su guía de teléfonos, o a lo que un sordo de nacimiento podría imaginar de una sinfonía observando la partitura.

Las regiones más valiosas de la realidad -la más valiosa para el hombre y su existencia- no son aprehendidas por esos esquemas de la lógica y de la ciencia. Querer aprehender el mundo de los sentimientos, de las emociones, de lo vivo, mediante esos esquemas es como querer sacar agua con horquillas.

De las tres facultades del hombre, la ciencia sólo se vale de la inteligencia y con ella ni siquiera podemos cerciorarnos de que existe el mundo exterior. ¿Qué podemos esperar de problemas infinitamente más sutiles? La realidad no está sólo constituida por silicatos o planetas, aunque buena parte de los hombres de ciencia parezcan creerlo. Un amor, un paisaje, una emoción, también pertenecen a la realidad, ¿pero mediante qué conjunto de logaritimos y silogismos pueden ser aprehendidos?

María habló de Australia y de Madrid. Leyó el discurso de Paul Auster cuando le concedieron el Premio Príncipe de Asturias.
Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.

Alejandro defendió la escritura de masas, el folletín, el best-seller, el gusto popular, el gran público. Abel, por su trabajo, conocía ese mundo; lo llamó "la industria". Habló de como se fabrica un best-seller, de los negros y los estudios de mercado. No nos gustaba estar de acuerdo, pero no podíamos evitarlo. Nos producía, a todos, una ictericia, una septicemia, un picor parecido, oír hablar de aquellos otros. Ellos no estaban en ese lado de la verdad que señalaba Antonio. Ellos no eran los tontos, eran los listos.

Juan Antonio leyó un poema. No lo explicó. Juan Antonio interviene para leer sus poemas y no los explica. Son las personas prosáicas las que necesitamos explicaciones. Los poetas, quizá, ya hablan con su poesía.


¿Por qué escribimos? ¿Escribimos para comer o comemos para escribir? ¿Qué hay en un poema que no pueda resolver una ecuación matemática? ¿Es una obra construida con estudios de mercado equiparable a un clásico de la literatura? ¿Los escritores saben algo o son los tontos?

Todo eran preguntas en aquella tertulia de primavera, una primavera que se había hecho de rogar y que había llegado llena de polen. Los tertulianos habíamos venido sin abrigo pero aún no agobiaba el calor. Faltaban muchos, no sobraba ninguno. La tertulia se alargaba con más preguntas. Nadie quería saber las respuestas. El tempranillo estaba bueno, nadie pudo acabar con los entremeses. Fue una tertulia más del Farolillo Rojo.

(El miércoles, 8 de mayo, el diario El País publicaba un artículo sobre el fin de la novela. Se titulaba "Los The End no le van a la novela".)

El jueves, 30 de mayo, Antonio Costa publicó su texto sobre por qué escribimos en el diario Sol de Colombia. Lo tituló: "Escribimos porque somos idiotas".

La mañana siguiente.

miércoles, 1 de mayo de 2013

El Secreto

A mi me explicaron mal la teoría platónica de las ideas. No sé a ustedes, pero estoy seguro de que a mi me la explicaron mal. Escogieron este ejemplo, “Pongamos la idea de una mesa, esa mesa tiene otra mesa más perfecta en el mundo de las ideas”. Si a alguien le explicaron la teoría de las ideas con una mesa como a mi, seguro que aún la recuerda como una pérdida de tiempo. ¿Era tanto pedir que pusieran un ejemplo imaginario? No sé, la idea de lo justo, la idea de lo excelente, la idea de lo bueno y lo malo. En esas ideas, Platón nada como pez en el agua. Mi profesor, en cambio, se paso todo el trimestre hablando de una mesa.

Las escuetas páginas de El secreto, vienen a resumirse en una idea que sería la Ley de la Atracción. Pensar en algo lo atrae. El problema es que odiar es pensar y también atrae. Si dedicas esfuerzos a evitar la guerra, tendrás guerra; en cambio, si piensas en la paz, la cosa puede ir mejor. Hasta aquí es fácil conectar con la autora. Si uno piensa en la persona que odia, la hace más fuerte, si la ignora puede que incluso deje de molestar. El secreto, o mejor dicho, la Ley de la Atracción, se podría usar con tus manías y ver si puedes limarlas quitándolas, primero, de tu mente.

El problema viene cuando Rhonda Byrne, se cree que puede hacer todo con una receta tan esquelética y le dice al lector que si piensa en dinero aparecerá dinero y que toda la humanidad puede vivir saciando sus sueños y que hay para todos en el planeta. Para ser más gráfica se pone a sí misma de ejemplo. Ella pensó en dinero y se hizo rica. Y es probable que sea cierto, pero todos los habitantes del planeta no tenemos la capacidad de contar una obviedad monumental y vender un millón de libros. El premio es sólo para el que llega primero.

Es una cuestión de ejemplos. El interminable debate parlamentario de nuestros días me parece más de lo mismo. Los gobiernos, sean del signo que sean, usan ejemplos pobres, como la mesa de mi profesor de filosofía. Siempre recortan, porque no queda madera, o no quedan clavos. Siempre es la precaria realidad. Luego está la oposición que habla de justicia, de derechos, de ilusión por el futuro. Y claro, uno escucha a la oposición y se llena de alegría, porque esas cosas, como todo el mundo sabe, y como ocurría a Platón cuando uno lee el original, no se acaban nunca.

sábado, 27 de abril de 2013

Du coté de chez Antonio Costa

La memoria



Yo recuerdo, si la memoria no me falla, que hablamos de un libro de Rhonda Byrne que se llama “El Secreto” que todo el mundo conoce y refuta de oídas. Todos sabíamos que su contenido era resumible en una sentenciosa bravuconada: que cada uno escribe el guión de su propia vida, sin saberlo o a sabiendas, y que si uno cambiaba sus pensamientos, cambia, también, su realidad.



Antonio Costa respondió a la síntesis que él no estaba viviendo en el mundo que él mismo había soñado, porque de ser así, él sería un escritor reconocido. El tema podría haber seguido por el camino de aquello que todos realmente queríamos y de aquello que realmente éramos. Pero Lola Petit, que no hablaba de “El Secreto” de oídas, nos aclaró que estábamos frivolizando sobre un libro que va mucho más lejos y que no era resumible con esa ligereza. Aclaró que en nuestro interior tenemos miles de fantasmas que conspiran contra nuestros planes conscientes sin que nos demos cuenta. Y, si bien no acabé de entender aquella conspiración ni tampoco sé si estoy dispuesto a concederle mi crédito, me fui a casa con algo que siempre agradezco en una charla. Me fui con ganas de empezar un libro que antes tenía por ignorable.

María leyó dos relatos propios de distinta calidad, aunque probablemente ella los ame igual, como una madre no puede elegir entre dos hijos. En el primero, un cazador se acerca a la presa que hirió hace mucho tiempo con la esperanza de que ella haya olvidado al autor de sus profundas cicatrices. El segundo tenía menos que ver con la memoria y habría mejorado con un final que no tenía.



Consuelo leyó un trozo de Proust que ha aparecido en incontables tertulias. Era el fragmento de la magdalena de “En busca del tiempo perdido”. El mismo fragmento que había inspirado el tema de la tertulia, La Memoria.



Antonio Costa leyó un comentario sobre una de las películas que más le ha influido en su vida “L'année dernière à Marienbad” de Alain Resnais. Los protagonistas de la obra hablan de un pasado en el que se conocieron, que da título a la película, y que cuando vuelve a ser evocado cambia, o no es reconocido por alguno de ellos.

Fernando, curtido en las artes del periodismo, recurrió a la memoria para traer a la tertulia algunas entrevistas de su pasado. Defendió, frente a todos, la posibilidad de la objetividad. Nuestra percepción de las cosas puede ser objetiva, decía, y nuestro recuerdo también. Los demás creíamos imposibles una cosa e igualmente la otra. Nuestro recuerdo es parcial, y veinte testigos sostendrían veinte versiones diferentes, decíamos.

José leyó un cuento sobre informáticos que usaban una página web famosa para colgar mensajes privados. El relato creó una expectativa en los lectores que no fue recompensada con el final, hecho este que tardarán muchas tertulias en perdonarle. Intervino en la discusión de Fernando para responder que la posibilidad de una memoria objetiva como la de una fotografía o la de un callejero de una ciudad o la de Funes el Memorioso, no era del todo remota, pero sí muy aburrida.

En busca del tiempo perdido. La magdalena

Así, por mucho tiempo, cuando al despertarme por la noche me acordaba de Combray, nunca vi más que esa especie de sector luminoso, destacándose sobre un fondo de indistintas tinieblas, como esos que el resplandor, de una bengala o de una proyección eléctrica alumbran y seccionan en un edificio, cuyas restantes partes siguen sumidas en la oscuridad: en la base, muy amplia; el saloncito, el comedor, el arranque del oscuro paseo de árboles por donde llegaría el señor Swann, inconsciente causante de mis tristezas; el vestíbulo por donde yo me dirigía hacia el primer escalón de la escalera, tan duro de subir, que ella sola formaba el tronco estrecho de aquella pirámide irregular, y en la cima mi alcoba con el pasillito, con puerta vidriera, para que entrara mamá; todo ello visto siempre a la misma hora, aislado de lo que hubiera alrededor y destacándose exclusivamente en la oscuridad, como para formar la decoración estrictamente necesaria (igual que esas que se indican al comienzo de las comedias antiguas para las representaciones de provincias) al drama de desnudarme; como si Combray consistiera tan sólo en dos pisos unidos por una estrecha escalera, y en una hora única: las siete de la tarde. A decir verdad, yo hubiera podido contestar a quien me lo preguntara que en Combray había otras cosas, y que Combray existía a otras horas. Pero como lo que yo habría recordado de eso serían cosas venidas por la memoria voluntaria, la memoria de la inteligencia, y los datos que ella da respecto al pasado no conservan de él nada, nunca tuve ganas de pensar en todo lo demás de Combray. En realidad, aquello estaba muerto para mí. ¿Por siempre, muerto por siempre? Era posible.

En esto entra el azar por mucho, y un segundo azar, el de nuestra muerte, no nos deja muchas veces que esperemos pacientemente los favores del primero.

Considero muy razonable la creencia céltica de que las almas de los seres perdidos están sufriendo cautiverio en el cuerpo de un ser inferior, un animal, un vegetal o una cosa inanimada; perdidas para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que suceda que pasamos al lado del árbol, o que entramos en posesión del objeto que les sirve de cárcel. Entonces se estremecen, nos llaman, y en cuanto las reconocemos se rompe el maleficio. Y liberadas por nosotros, vencen a la muerte y tornan a vivir en nuestra compañía.

Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Ocúltase fuera de su dominios y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos.

Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto ante de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca.

Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té.

Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo.

Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear.

Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad, y entrarla en el campo de su visión.

Y otra vez me pregunto: ¿Cuál puede ser ese desconocido estado que no trae consigo ninguna prueba lógica, sino la evidencia de su felicidad, y de su realidad junto a la que se desvanecen todas las restantes realidades? Intento hacerlo aparecer de nuevo. Vuelvo con el pensamiento al instante en que tome la primera cucharada de té. Y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más; que me traiga otra vez la sensación fugitiva. Y para que nada la estorbe en ese arranque con que va a probar captarla, aparta de mí todo obstáculo, toda idea extraña, y protejo mis oídos y mi atención contra los ruidos de la habitación vecina. Pero como siento que se me cansa el alma sin lograr nada, ahora la fuerzo, por el contrario, a esa distracción que antes le negaba, a pensar en otra cosa, a reponerse antes de la tentativa suprema. Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor reciente del primer trago de té, y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse; algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé qué, pero que va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando.

Indudablemente, lo que así palpita dentro de mi ser será la imagen y el recuerdo visual que, enlazado al sabor aquel, intenta seguirlo hasta llegar a mí. Pero lucha muy lejos, y muy confusamente; apenas si distingo el reflejo neutro en que se confunde el inaprensible torbellino de los colores que se agitan; pero no puedo discernir la forma, y pedirle, como a único intérprete posible, que me traduzca el testimonio de su contemporáneo, de su inseparable compañero el sabor, y que me enseñe de qué circunstancia particular y de qué época del pasado se trata. ¿Llegará hasta la superficie de mi conciencia clara ese recuerdo, ese instante antiguo que la atracción de un instante idéntico ha ido a solicitar tan lejos, a conmover y alzar en el fondo de mi ser?

No sé. Ya no siento nada, se ha parado, quizá desciende otra vez, quién sabe si tornará a subir desde lo hondo de su noche. Hay que volver a empezar una y diez veces, hay que inclinarse en su busca. Y a cada vez esa cobardía que nos aparta de todo trabajo dificultoso y de toda obra importante, me aconseja que deje eso y que me beba el té pensando sencillamente en mis preocupaciones de hoy y en mis deseos de mañana, que se dejan rumiar sin esfuerzo.

Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa), cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me había recordado nada, antes de que la probara; quizá porque, como había visto muchas, sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes; ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria no sobrevive nada y todo se va desagregando!; las formas externas también aquella tan grasamente sensual de la concha, con sus dobleces severos y devotos., adormecidas o anuladas, habían perdido la fuerza de expansión que las empujaba hasta la conciencia. Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más, persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.

En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tilo que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar porqué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina, y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando había buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.

Marcel Proust.
Por el camino de Swann

sábado, 13 de abril de 2013

El sistema



Fue una noche de primavera aún invernal. Aquella primavera de 2013 se hacía esperar como una una novia en el altar. En casa de Lola iban llegando los autores con la dosificación habitual, primero los puntuales, luego los tardones, como un servidor. Íbamos escogiendo un lugar en el enorme espacio diáfano que Lola había convertido en su hogar. Algunos no estuvieron; había agendas apretadas y había protestas por las reglas de los anfitriones. Las reglas de Lola eran, quien lo duda, las más severas  y solo los escogidos y los aguerridos tenían el coraje y el tesón de intentar cumplirlas hasta conseguir postularse como miembros de aquel selecto club que era una tertulia en casa de Lola.



El tema era “El sistema”. Hablamos sobre la monarquía, muchos éramos republicanos. Algunos nos abstuvimos de anotarlo. Aquella primavera de 2013, que casi parecía de invierno, las aguas políticas del país corrían turbias. Había escándalos y noticias de corrupción con cada periódico del desayuno. Había crispación, y pocas ganas de callarse. No nos había tocado un buen año para soportar las inclemencias del clima, político.



Hablamos de hombres, esos hombres, y yo hablé de mis chicos. Hablé de rencores y de venganzas. ¿Es eso parte de la educación? ¿Es lo mejor usar nuestro poder o dejar que las cosas pasen? No recuerdo si me mostré a favor o no a favor. El vino, ese vino afrutado tan rico que trajo José Ignacio, me hace recordar algunas cosas peor que otras.



Un poeta joven habló de escritores asesinos. Todos los escritores lo son, alguna vez, en su mundo de sombras. Pero él estaba estudiando a los que habían sido en el otro mundo, en el físico. Alguien le sugirió que siguiera con el estudio pero relacionando los dos mundos.



Shan está escribiendo, e ilustrando, un libro con las tensiones del mundo editorial que pone fechas límite a la imaginación y plazos.



Las fotos
El filtro usado con las fotos es Autopainter.

lunes, 1 de abril de 2013

TERTULIA DE MARZO DE 2013





Hola a todos!! Esperamos que las vacaciones de Semana Santa fueran un momento para recargar las energías y descansar. Aquí os dejamos la ultima tertulia sobre la envidia... esperamos que os guste.


"Robledo de Chavela desde mi ventana". Foto de Diana Isabel Toral

sábado, 9 de marzo de 2013

Tertulia en casa de Jose. La envidia

La versión de José C.J. 
¿Sabemos lo que queremos sin que nadie nos diga nada? ¿O aprendemos a querer de los demás? Yo opino que en el fondo nadie sabe lo que quiere. Aprendemos a querer cosas, a querer un coche, o un vestido, igual que aprendemos a hablar nuestra lengua. Sin darnos cuenta.



Manuel Defendió la versión opuesta. Él sabía lo que quería, dijo usando una metáfora de tres templos.



La felicidad según la metáfora de Manuel pone a una lotería primitiva como ejemplo máximo de logro en la vida. Pero ¿Es más feliz el que gana un premio de dinero en una rifa o el que lo consigue con su esfuerzo?



También me recuerda al perro de un experimento que leí hace tiempo, ignoro si el animal era uno de los torturados por Pavlov o si el científico tenía un apellido británico.



Leí que le ofrecieron una palanca que estimulaba su cerebro igual que la comida. Con el tiempo, el animal se acostumbró a pulsar la palanca y prefería pulsarla a hacer el esfuerzo de tomar la comida. Murió de hambre.



La felicidad sin más puede ser eso, una palanca. María dijo que sin amor no le interesaba ese mundo de tres templos, esa palanca de la felicidad, ese boleto premiado, esa píldora para sentirte bien…



El amor, siguiendo la misma idea, viene a ser algo parecido a un criterio. El amor es la inteligencia que acompaña al placer. Es ser feliz sabiendo que lo que vives es compartido, real. O al menos eso quiero creer.



Citamos a René Girard. Escribió "Mentira Romántica y verdad novelesca". El ensayo dice que en la literatura que ahonda la realidad, el héroe desea desde el mimetismo. Quiere lo que otro le propone. Alonso Quijano quiere lo que ve en los libros de Caballerías, Madame Bovary y Ana Ozores, lo que leen. En El rojo y el Negro, Julien Sorel quiere entrar a formar parte de una nobleza que es la envidia de la burguesía, pero que también la envidia.

martes, 5 de marzo de 2013

El Apego


Hola,

Aquí os dejamos la memoria con todo (o casi todo) lo que sucedió en casa de Chon el pasado 22 de febrero. Tuvimos una conversación profunda sobre el "apego". Aunque no leímos mucho, hicimos un ejercicio de escirtura, con resultados dispares...



Recuerdos de Bristol, 2011. Foto personal de Diana Isabel Toral.



sábado, 23 de febrero de 2013

Tertulia en casa de Chon. El apego

Sigo utilizando la etiqueta "impresiones de la tertulia" para dejar claro que mi versión de las tertulias es personal. Igual que me ocurre con las fotos, solo puedo enfocar desde una esquina. Si bien, esta vez, recogimos definiciones de la palabra apego.



The free dictionary
apego s. m. Sentimiento de afecto, cariño o estimación que se tiene hacia una persona o cosa: sentir apego a la vida; (el apego a sus raíces y la preocupación social son rasgos que marcan su obra).
apego

m. Afición o inclinación particular.
apego

s m apego sentimiento de cariño o inclinación hacia alguien o algo
(Los niños pequeños tienen gran apego a su madre).



Wordreference
m. Afecto, cariño o estimación hacia una persona o cosa.



Lauro leyó una definición de la Wikipedia
Wikipedia: La teoría del apego de John Bowlby
La necesidad del bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente.

La experiencia de su trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna condujo al psicólogo John Bowlby a formular la teoría del apego.

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores o figuras de apego (Caregivers) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo).



El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido incondicionalmente. Este planteamiento también puede observarse en distintas especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada de la madre como base para la protección y la continuidad de la especie.

El trabajo de Bowlby estuvo influenciado por Konrad Lorenz (1903-1989) quien en sus estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un fuerte vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio. Pero fue Harry Harlow (1905-1981) con sus experimentos con monos, y su descubrimiento de la necesidad universal de contacto quien le encaminó de manera decisiva en la construcción de la Teoría del Apego.

El bebé –según esta teoría- nace con un repertorio de conductas las cuales tienen como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que estrategias por decirlo de alguna manera del bebé para vincularse con sus papás. Con este repertorio los bebés buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistirse a la separación, protestar si se lleva a cabo (ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad desde la que explora el mundo.



Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en Uganda, encontró una información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro que lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos dependían de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.
La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están presentes en todos los modelos de crianza, con variaciones según el medio cultural, pero manteniéndose la universalidad de la importancia del apego.
«Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación» (John Bowlby).

También.
Antonio Galán Rodríguez




Mi cuestión en la tertulia (José C.J.)
¿Existe el apego al dinero?
Pienso que si estuviéramos apegados, lo estaríamos a una cantidad, o bien a unos billetes particulares. Pero a ningún Mr Scrooge le importa que le cambien una cantidad por otra mayor, ni unos billetes por otros si tienen el mismo valor. Freud decía que el dinero y el sexo son deseos simbólicos, por eso son insaciables.



El álbum en fllickr.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Convocando para el 22 de febrero

Hemos convocado una sesión de tertulia para este viernes 22 de febrero en casa de Chon. Nuestra anfitriona ha propuesto como tema para las lecturas: "El apego". Así que si tienes un texto que aborde esta idea o que sugiera una reflexión acerca de ello, estará genial que lo traigas. Si no, cualquier otro texto que te apetezca compartir será bienvenido. Acuérdate de confirmar asistencia, "please".

Si eres un viajero vagabundo que casualmente has arribado a las orillas de este blog, gracias por visitarnos. Puede que nuestro grupo te provoque curiosidad y te apetezca conocernos. Si es el caso y deseas asistir a nuestro encuentro, envía un e-mail a esta dirección:


Normalmente convocamos a los tertulianos a través de la web, de manera que te enviaremos un correo con los datos necesarios: la hora de encuentro, la dirección y cómo llegar (líneas de transporte público). Así pues, 


¡Bienvenid@ a la tertulia El Farolillo Rojo!

sábado, 16 de febrero de 2013

Borges anticipador

Por José C.J. Publicado en el blog del IES Antonio Domínguez Ortiz, en 2011, en el 25 aniversario de su muerte


La filosofía idealista propone que solo conocemos el mundo por nuestras percepciones y que, por lo tanto, podemos estar seguros de las segundas, pero no del primero. Borges llevó el planteamiento hasta un extremo malévolo. Inventó Tlön, un mundo donde las únicas disciplinas serias eran la psicología y las matemáticas. Inventó los Hrönir, objetos olvidados que pueden ser encontrados una vez, pero también varias, porque varias personas han oído hablar de ellos y los encuentran. A las copias las llamó Hrön, que aunque de forma desairada, son un poco más largas.

“La biblioteca de Babel” es un mundo infinito, inagotable, vale decir borgiano, donde sólo existen galerías y estantes de libros. Hay en él algo de pesadilla, pero también hay un toque premonitorio, un avance de lo que hoy es Internet.

"Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos", dice en el prólogo de Ficciones. Fiel a su consigna, nunca escribió una novela. Borges jugaba, consciente o inconscientemente a replantear la literatura con el lector hablando al autor de tú a tú. Respetaba al lector hasta el punto de disculparse por haberle robado alguna idea escribiendo sus cuentos. Se adelantó al New Critizism, se adelantó a Harold Bloom y a su canon. Planteó con sagacidad problemas sutiles de la literatura como la frontera entre el plagio y el homenaje, las trampas de la traducción, las influencias y los sucesores que redibujan a sus precursores.

Le apasionaban la literatura germánica, la anglosajona, las paradojas de la filosofía, las herejías religiosas, los tigres y los laberintos. Leer a Borges es recomendable para todo el mundo, pero sobre todo para los que se han cansado de la cultura como sacrificio y quieren entrar en ella como en un parque de atracciones, buscando donde subirse para darse un buen subidón de adrenalina.

Hoy se cumplen 25 años de la muerte de Jorge Luis Borges. No era un escritor fácil, no abusó de sentimentalismos ni de lugares comunes que hubiera agradecido un público de masas. Devoró y resumió un catálogo extensísimo de lecturas. Dejó su legado condensado en un manojo minúsculo de obras. Son disfrutables como un pasatiempo, también como una cartografía de toda la cultura humanística de su tiempo, o como la huella del placer que dejaron en uno de sus mas exigentes degustadores.

sábado, 9 de febrero de 2013

Un relato que no aspira a ser imparcial

Fotos y texto por José C.



Yo podría intentar un resumen de la tertulia. Pero sería parcial, porque no seguí todos los relatos ni escuché todos los argumentos. Nunca piso el género poético y, si opinara, diría tonterías, y llamaría Haikus a todos los poemas cortos, cosa que cabrea mucho a Antonio Costa. Prefiero aceptar mis limitaciones y vagar por cuatro frases de la tertulia, sin aspirar a resumirla. Eso, por otra parte, me disculpa por mis omisiones; espero.

domingo, 3 de febrero de 2013

Inicio de 2013

"Deshielo", Lola Petit, 2009.
¡Feliz 2013!

Ahora que ha pasado el fin del mundo, retomamos nuestras tertulias, esta vez en casa de Lola Gabriel (antes Petit). Ha tenido tema libre... ¡así nos fue!

Tuvimos una conversación de hora y media sobre el oficio mas antiguo del mundo y las areas escabrosas de la vida... muy interesante! (y agotador).

...Las hierbitas de la foto, por lo del inicio del año.


Los trenes

"Paisaje nevado", Lola Petit, 2010.

Qué tal?

He aqui la tertulia de noviembre, que fue un estupendo viaje creativo... hablamos de los trenes y de los lugares a los que nos conducen.

Consuelo y Antonio Costa fueron unos anfitriones pacientes y cariñosos con "el porrón" de gente que asistimos aquella noche.