sábado, 16 de noviembre de 2013

¿La imaginación es inocente?



El cristianismo dice que los creyentes son culpables de sus malos pensamientos. Buñuel opuso a la mala conciencia cristiana la inocencia de la imaginación. “La imaginación es inocente” dijo en varias entrevistas y en sus memorias. Es de sobra conocido que ningún creador ha ido a la cárcel por matar a sus personajes. Yo, sin embargo, hubiera obligado a hacer un mes de servicios a la comunidad a los hermanos Coen por matar a Brad Pitt en “Quemar antes de leer”, a Szpilman por no ayudar al oficial alemán que le salvó la vida y dejarlo morir en “El Pianista”.

La imaginación es inocente pero Lope pone a prueba las afirmaciones de Buñuel. Su cuento hablaba de un adulto exhibicionista y de menores de edad. Igual que en un cuento de Poe, relatar algo perverso no hace perverso al autor. Tampoco el lector necesita lavar su conciencia. Al menos en la teoría. Pero no es así en la realidad. Los libros de crímenes sanguinarios copan las librerías y los quioscos pero un libro pedófilo no tiene futuro. Alguien citó Lolita, la contertulia que lo hizo tenía un nombre parecido. Pero es discutible si Lolita hubiera llegado a publicarse con los adornos gráficos de la prosa de Lope.

Mi pregunta sigue ahí. ¿Por qué los crímenes de la ficción no son punibles y los relacionados con cierto tipo de sexo despiertan la censura de nuestra conciencia? ¿Es que el cristianismo tiene razón en este punto? ¿Se puede condenar la imaginación en ciertos casos?

Dice Slavoj Žižek que en la pornografía se invierten los papeles de actor y de espectador. El actor, en realidad no se estimula a sí mismo, sino al público. El espectador no está escondido e invisible; es el centro de la acción. Siguiendo el hilo de Zizek, el lector no puede desvincularse de la moral de una ficción si ha participado en ella con su lascivia.



Cuando dicen no, quieren decir sí
Un contertulio sufre mal de amores. Alguien citó a Mark Twain. Lo peor de que te dejen es tener que aguantar que todo el mundo te de consejo. La cuestión se hizo más literaria cuando nos hizo preguntarnos que era un “no”. El cerebro masculino parece educado para traducir el no femenino como un reto, como un sí falto de insistencia. Llevado a sus últimas consecuencias, el sexo femenino no tiene derecho a rechazar a un pretendiente armado de paciencia. Llevado a sus últimas consecuencias el hombre pesado y el violento parecen un poso inevitable. Hay una magia en los lenguajes cruzados y en las incomprensiones de los sexos, en el “vive la diference!”, y en las traducciones simultáneas que han dado lugar a más de un best-seller. Pero también es posible, solo digo que posible, que a veces alguien tenga que tirar la toalla.

Color local
Geles escribe de su viaje a Sudamérica. En el relato abundan los detalles locales, pero falta algo, quizá la viajera, quizá un hilo, quizá un no sé qué. Borges, para afirmar lo innecesario del color local, anotaba en su artículo “El escritor latino y la tradición” que en el Corán no hay camellos.

Además, no sé si es necesario decir que la idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferenciales del país que la produce es una idea relativamente nueva; también es nueva y arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas de sus países. Sin ir más lejos, creo que Racine ni siquiera hubiera entendido a una persona que le hubiera negado su derecho al título de poeta francés por haber buscado temas griegos y latinos. Creo que Shakespeare se habría asombrado si hubieran pretendido limitarlo a temas ingleses, y si le hubiesen dicho que, como inglés, no tenía derecho a escribir Hamlet, de tema escandinavo, o Macbeth, de tema escocés. El culto argentino del color local es un reciente culto europeo que los nacionalistas deberían rechazar por foráneo.
He encontrado días pasados una curiosa confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del color local; encontré esta confirmación en la Historia de la declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos
"El escritor argentino y la tradición". Borges.



Más fotos de la tertulia.

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