domingo, 23 de noviembre de 2014

Zizek habla de Psicosis


Podemos reconocer otro aspecto de este mismo antagonismo a través de la arquitectura: desde esta perspectiva, Norman vendría a ser un sujeto escindido entre las dos casas, el hotel moderno horizontal y la casa gótica vertical de la madre, condenado a errar de una a otra sin encontrar un lugar que le sea propio. En este sentido, el carácter unheimlich del final de la película procede de que, a través de su completa identificación con la madre, Norman ha encontrado finalmente su heim, su casa. Este tipo de escisión sigue siendo visible en obras modernistas como Psicosis, mientras que el principal objetivo de la arquitectura posmoderna es desdibujarla. Baste pensar en el «Nuevo Urbanismo» y su retorno a las pequeñas casas familiares con sus porches delanteros, para recrear la acogedora atmósfera de una comunidad local: estamos ante la versión más pura de la arquitectura como ideología, dispuesta a ofrecer una solución imaginaria (aunque «real», materializada en la disposición fisica de las casas) a una problemática social real que no tiene nada que ver con la arquitectura y sí todo que ver con la dinámica del capitalismo tardío. Encontramos el mismo antagonismo, pero en versión más ambigua, en la obra de Frank Gehry: ¿por qué es Gehry tan popular, por qué es una auténtica figura de culto? Gehry toma como punto de partida uno de los dos polos del antagonismo, ya sea la anticuada casa familiar o el edificio modernista de cemento-y-cristal, y luego la somete a una especie de distorsión cubista anamórfica (ángulos curvados de las paredes y ventanas, etcétera) o bien combina la vieja casa familiar con un complemento modernista, en cuyo caso, tal como señaló Fredric Jameson, el punto central pasa a ser el lugar (la habitación) que se halla en la intersección entre los dos espacios. En resumen, ¿no está haciendo Gehry con la arquitectura lo que los indios caduveo (según la magnífica descripción de Lévi-Strauss en Tristes trópicos) trataban de conseguir tatuando sus caras, es decir, resolver por medio de un acto simbólico la realidad de un antagonismo social, a través de la construcción de una solución utópica, una mediación entre los opuestos? Esta es, pues, mi hipótesis final: si hubiera sido Gehry quien hubiera construido el motel Bates, combinando directamente la vieja casa de la madre y el hotel moderno en una nueva entidad híbrida, Norman no habría tenido motivo alguno para matar a sus víctimas, pues se habría visto liberado de la insoportable tensión que le empuja a ir de un lugar a otro; hubiera tenido un tercer lugar capaz de mediar entre los dos extremos.

Slavoj Žižek “Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio”

sábado, 8 de noviembre de 2014

En casa de Félix. La amistad



A Félix le gusta comentar los poemas pero no le gusta escribirlos. En la tertulia hay comentaristas y hay lectores, y también hay gente que le gusta escribir. Félix ofreció su casa en el castizo barrio de Chamberí. Y propuso el tema de La amistad.

Discutimos largo rato sobre los amigos y las amigas; sobre si era posible tener amigos de otro sexo; y sobre qué pasaba cuando además de amigos había sexo; la amistad con derechos era un tema de moda. También hablamos de generaciones, de si la amistad era sólo posible entre coetáneos.

El primero en leer fue Jose. Su relato trataba de un superadolescente furioso que quería destruir el mundo con sus manos. Pero nadie pensó en un superhombre. Unos entendieron una alucinación, otros una metáfora. Y la rabia de los madrileños que no querían ver destruído el planeta les pareció una resaca.



El segundo relato, de José Ignacio, volvía los pasos sobre el principio de su novela. Describiendo Atocha hablo de bocadillos y de turistas y una coma levantó un debate sobre unos y otros y como salían de la misma barra. José Ignacio atribuyó la confusión a la declamación, no a la puntuación.

Abel habló del otoño y del frío de su pueblo. Sus poemas y su voz eran reconocibles desde la primera sílaba en su exigencia. También era reconocible la voz de Juan Antonio Marín y su tono casi bíblico.



Antonio acaba de publicar un libro de poemas. La presentación fue el jueves y, ¡ay! ningún fiel de la tertulia había asistido. Antonio tenía un verso sencillo y sorprendente, al que no estábamos acostumbrados pero queríamos seguir saboreando.

Pilar habló de una mujer que harta de aguantar a su marido año tras año toma una decisión valiente. La pregunta que suscitó su cuento para algunos lectores, en su mayoría masculinos fue que hizo a la esposa esperar tantos años para tomar una decisión tan aclamada.

Lola leyó varios poemas con tal atención de los tertulianos que todos prefirieron perder el ultimo metro de aquel viernes a quedarse sin oírlos.



Juanjo es mi amigo

En madrid nadie sabía que yo podía volar. Algunos fines de semana yo reventaba un cajero automático. no tenía predilección por ninguna entidad, todas eran unas hijas de puta. Elegía uno al azar, rompía el sello de la caja de seguridad con las uñas y me llevaba dinero para unas cuantas juergas. La policía nunca llegaba a tiempo para enterarse de qué había pasado.

Aquel sábado habíamos quedado en Huertas a las ocho y media, como siempre. El Boxer era donde empezábamos la ronda. Juanjo solía llegar tarde y yo le esperaba sin quejarme. Mientras lo esperaba pensaba en Cristina. Juanjo me la presentó al poco de empezar la carrera. Era compañera suya en la optativa de "Hidráulica", y hacían pellas juntos. Me la presentó en aquel local, en el Boxer, y yo supe, desde el momento que la vi, que aquella era la mujer de mi vida. A Juanjo no hacía falta que explicarle nada. Nos dejó solos con un excusa tonta y ella y yo nos enrollamos esa misma noche. Yo había vivido un puro sueño y aquello se había acabado aquel mismo sábado. Haciendo honor a la tradición Juanjo llegó 20 minutos tarde. Yo estaba con el segundo cubata. 

 –¿Y eso? ¿Don abstemio bebiendo? 

No le dije nada. A Juanjo, en los momentos importantes de mi vida, nunca he tenido que decirle nada. 

 –¿Qué tal Charlie? ¿me pones otro cubata como el suyo? –Se sentó a mi lado, con la misma postura que yo, y al cabo de un rato con el mismo gesto–. ¿Han atropellado a tu perro? 

 –Cristina. Que me ha dejado. No me dijo nada. Ninguna frase de consuelo. Dijera lo que dijera nada iba a servir para nada. Cuando habló, yo sabía que hablaba de sí mismo, de cómo se sentía él.

–¡Me cago en la puta!

–Yo también -dije.

Miré al televisor del garito. Eran casi las nueve y estaban empezando las noticias. En la pantalla apareció un gráfico animado que describía la trayectoria de un meteorito estrellándose contra la tierra. Apareció el presidente del gobierno español y luego fueron apareciendo más y más presidentes de otros países transmitiendo mensajes por la televisión de sus respectivos países. Cuando llegó al de los Estados Unidos ya no había nadie pendiente de otra cosa en el local y un cliente le dijo a Charlie que subiera el volumen. Charlie, además, apagó la música. El presidente dijo que no servía de nada el pánico porque la catástrofe era inevitable, y dijo también a los oyentes que encomendaran sus almas a dios y que él haría todo lo que estuviera en su mano para salvar el mundo. Varios científicos de la NASA, en medio de gestos algo crispados, explicaron que la lanzadera espacial no podía hacer nada debido a la velocidad del asteroide y que habían preparado todo para hacer un intento de cambiar la trayectoria, pero las esperanzas eran reducidas por no decir inexistentes. 

 –¿Cuanto ha dicho que falta para el hostión? –Preguntó un cliente. 

 –Dos días –dijo Charlie sin apartar la mirada del monitor. 

 Todo el mundo se quedo embobado. El telediario parecía una película de catástrofes de las que echan en verano. Y encima tendría que aguantar aquello dos días más. 

 –Vámonos de aquí –dijo Juanjo. Caminábamos Huertas arriba. La calle iba llena de gente meditabunda. A aquellas horas de la noche no había nadie en todo Madrid que no lo supiera. Un bebé estaba destrozando su peluche y la madre lo miraba con los ojos encharcados sin atreverse a reprenderlo. 

 –¿Te das cuenta? Tío, es el fin. Se acabó. 

 –Ya. 

 Pensé que no iba a poder disimular mucho rato. Nunca había sido capaz de ocultarle nada a Juanjo. 

 –Yo no he sido Juanjo. 

 –A mi no me mientas capullo. ¿Has sacado esa puta piedra de su órbita? Yo miré a otro lado. 

 –¡Mírame, me cago en dios! ¿Qué pasa? ¿ te apetecía jugar a los asteroides? ¿eh mamón? 

 –Déjame en paz Juanjo. 

 –¿Eso es lo único que se te ocurre hacer cuando te deja una tía? ¿Pero tú que edad mental tienes? haberme dicho que eras un bebé, joder. 

 Aquello era más de lo que podía soportar. Podía aguantar mil cosas, pero ver a Juanjo hablarme de esa manera me hacía papilla. Con las dos copas, además de la rabia, Juanjo estaba fuera de sus casillas. Habíamos llegado hasta Sol. Mucha gente andaba por la plaza. Iban errabundos, como si esperaran que ocurriera algo, una señal. Era una especie de manifestación silenciosa. Juanjo se subió a una de las dos fuentes y empezó a gritar. 

 –Señoras, señores. Óiganme todos. Tengo algo muy importante que decirles. Acérquense. 

 Los gritos de Juanjo fueron, por un segundo, el único sonido que se oyó en toda la plaza. 

 –¿Quieren saber quien es el hijo de puta que tiene la culpa de esto?


Un grupo de ancianos se volvió para escucharle. Varias adolescentes se acercaron un poco más para oírlo mejor aunque fingían no enterarse. Entre la multitud empezó a hacerse un silencio cada vez mayor para escuchar que decía. 

–Este tío que ven ustedes ahí. Ese grandísimo cabrón tiene la culpa de todo –Y me señaló. 

 Al oír el final de la frase la gente dejó de escucharle y siguió con la mirada perdida. Un señor se subió a una caja de madera que habían dejado unos empleados del gas y siguió el discurso por donde lo había dejado Juanjo. 

 –Yo sí sé quien tiene la culpa. Los políticos. La carrera de armamen­tos. Esos tienen la culpa de todo. Los americanos y sus bombas tienen la culpa. Esto sólo podía acabar así. 

 Una señora ya bastante mayor se puso a gritar también sin subirse a ninguna parte. 

 –Pues a mi me ha dicho una vecina que la culpa de todo la tienen los terroristas. Juanjo se bajó de la fuente sin que nadie le prestara atención e intentó golpearme con todas sus fuerzas.


–Maricón de mierda. ¿No ves esa gente? ¿Es que te dan igual? ¿eh? Si tantas ganas tienes de matarlos a todos ¿por que no les revientas la cabeza? mamón ¿Pero dime de una vez qué te han hecho? 

Juanjo estuvo gritándome así hasta que llegamos a Cibeles. Yo había decidido irme a mi casa para no seguir aguantándolo. Pero él me seguía por la calle y no dejaba de gritarme. Me llamó asesino y todos los insultos que había aprendido en la facultad. 

 En Cibeles tardó poco en llegar mi autobús, cosa que agradecí mientras picaba el billete. 

 –¿Y ahora qué? ¿Eh? Ahora te vas y aquí no ha pasado nada. 

 –¡Joder Juanjo! –acabé gritando. 

 Bajé del autobús y le dije que se serenara. 

 –Ya. ¿Y qué más quieres que haga? ¿Quieres que rece un poco? ¿eh? ¿Quieres que haga examen de conciencia? ¿Quieres que prepare mi alma porque resulta que tengo un amigo pirado que va a cepillarse a seis mil millones de personas porque le han dado una puta calabaza de mierda? 

 En medio de sus gritos habíamos llegado caminando a la Puerta de Alcalá. Estábamos al lado del Retiro. Cuantas tardes habíamos pasado allí, tumbados en la hierba. Al vernos en aquel lugar fue como un instinto, los dos nos dirigimos al sitio de siempre. 

 Todas nuestras discusiones las habíamos acabado en aquel lugar dorado. Eran casi las doce de la noche y nadie nos iba a echar de menos en casa. Siempre habíamos ido de día; por primera vez nos tumbamos en nuestro rincón en mitad de la oscuridad. La hierba estaba demasiado fresca. 

 –Te vas a reír de lo lindo cuando veas todo esto chamuscado –dijo al cabo de un buen rato. 

 –Oye tío. Yo no voy a sobrevivir. Durante un rato lo había conseguido. Juanjo había dejado de gritarme. 

 –Todo a la mierda. ¿Es eso? 

 –A la puta mierda 

–le dije como si no hablara con él. Hicimos otro silencio eterno, igual de largo que toda la creación. Juanjo miraba a las estrellas y mordía un tallo de césped que había arrancado del suelo. Al final se puso de rodillas. Los rayos de la luna dibujaban su contorno en medio de la noche. A su espalda oí el sonido de un grillo. 

 –¡Me cago en la hostia! Mira, si lo mandas todo a la paseo que le den. Tampoco vale una mierda este puto mundo. Yo ya estaba harto, ¡joder! Así se acaban los exámenes, y las resacas de los fines de semana. 

 –Sí, y los sermones de tu vieja. 

 –Es verdad tío. Se acabó. 

 –Y los madrugones -dije. 

 –Y andar pidiendo dinero a mis padres -dijo él. –Y se acabó la saga de Harry Potter. Juanjo se rió. Los dos odiamos al mago hijoputa. Juanjo era la única persona del mundo capaz de reírse en un momento como aquel. 

 –Al infierno con todo. 

 –Que se joda el planeta. Volvímos a callarnos un rato. Esta vez rompí yo el silencio. 

 –Oye. Juanjo. 

 –Qué. 

 –Me alegro de que seas mi amigo.

(José C.)

sábado, 11 de octubre de 2014

La ironía postmoderna

El sarcasmo, la parodia, el absurdo y la ironía son formas geniales de quitarle la máscara a las cosas para mostrar la realidad desagradable que hay tras ellas. El problema es que una vez desacreditadas las reglas del arte, y una vez que las realidades desagradables que la ironía diagnostica son reveladas y diagnosticada, ¿qué hacemos entonces? La ironía es útil para desacreditar ilusiones, pero la mayoría de las ilusiones desacreditadas en los Estados Unidos ya se han hecho y rehecho. Una vez que todo el mundo sabe que la igualdad de oportunidades es una bobada, ¿qué hacemos ahora? [...] Aparentemente todo lo que queremos hacer es seguir ridiculizando las cosas. La ironía posmoderna y el cinismo se han convertido en un fin en sí mismas, en una medida de la sofisticación en boga y el desparpajo literario. Pocos artistas se atreven a hablar de lo que falla en los modos de dirigirse hacia la redención, porque les parecerán sentimentales e ingenuos a todos esos ironistas hastiados. La ironía ha pasado de liberar a esclavizar. Hay un gran ensayo en algún sitio que contiene una línea acerca de que la ironía es la canción del prisionero que llegó a amar su jaula.

Stephen J. Burns (ed.)
Trad. José Luis Amores Baena
Málaga: Pálido Fuego, 2012
Pág. 81
[Publicado el 24/1/2013 a las 12:30]


Más sobre postmodernidad

Bendita Ironía Postmoderna [El País]
Postmodernismo
El postmodernismo ha muerto [El Mundo]
Lyottard. La condición postmoderna

viernes, 29 de agosto de 2014

Recopilación de artículos de Antonio Costa Gómez de nuestro Twitter


No creo en los parques. Poesías de Antonio Costa http://www.fronterad.com/img/nro249/lanube/nube.html …
"Monumento de amor en Luxor"
"Las puertas de la tierra"
"En los fiordos el mar se queda dormido"
"23 Escaleras (Y otras más)"
"Lubicz-Milosz, el profeta callado"
"Sueños de Ribera en Madrid"
"James Mann, el vándalo refinado"
"Milorad Pavic, loco como el viento del este"
"Artistas bajo el agua"
"Calles de cuento en Finlandia" 
"Restos de naufragios"
"Ivo Andric, una noche junto al Drina"
"El estupor de Hoffmansthal"
"Siete Atenas en Atenas"
"Animales solitarios"
"¿Qué piensa El Pensador de Rodin?"
"Cruzando el Danubio con Elías Canetti". Fotos. Consuelo de Arco.
"Árbol solitario"
"Susurros en los montes Sudetes"
"Antonio Beneyto, nueve vértigos"
"Edith Sodergran en Carelia"
"Montevideo tiene secretos encantos"
"Historias de balcones"
"¿Por qué no hablan de Rilke en Toledo?"
"Lolo Rico, la dama duende"
"El fantasma de Drácula"
"Anunciaciones"
"William Saroyan, no es propio de ti estar muerto"
"La foto imposible de García Márquez"
"Nuestra magia en Buenos Aires"
"¿Qué pasa con los reyes godos?", Góme
"Alain Resnais en Buenos Aires"
"Los incas esconden su espíritu en Ollanta"
"Todas iban a ser reinas"
"Chopin en el Madrid de los Austrias"
"Diez asombros en Sao Paulo"
"En Minas Gerais nos llaman los profetas"
"El mundo necesita inspiración"
"La fuente de la memoria"
"Cervecerías de Bruselas"
"El periplo del río Magdalena"
"Los libros de la almohada". 
"Dulce decadencia en Trieste"
En un rincón de Castilla lloró una princesa noruega. Antonio Costa http://www.entretantomagazine.com/2014/03/07/en-un-rincon-de-castilla-lloro-una-princesa-noruega/ 
"Barcos que salen de Patagonia"
Rincones de Luxemburgo. 
Parajanov en Armenia. Antonio Costa  http://revistamito.com/parajanov-en-armenia/ 
"Cafés oscuros de Ámsterdam"

You need to believe in yourself


sábado, 10 de mayo de 2014

Pedrezuela



Salimos de Plaza de Castilla a las once y fuimos en coche hasta la casa de campo incomparablemente hospitalaria de Xan. Pasamos la mañana jugando con Didi y Trucho, los dos amigos caninos de Xan. El primero se enamoró perdidamente de la terrier de los vecinos. Sufrió en silencio, igual que los aprendices de escritores, que preparábamos la parrilla, hacemos a veces, ladró a todas las motos que pasaron por la carretera cercana y reclamó con escasa convicción las sobras de la parrilla.



Comimos carnes, embutidos, panceta y secretos y un surtido de ensaladas que Lola había preparado. Nos sentamos a comer bajo una enredadera, y más tarde, a discutir de literatura, bajo la sombra de unos espigados abetos.



La hija de los vecinos de Xan se llamaba Puja, era de origen indio, y nos enseñó a bailar Bollywood.



Los textos estuvieron a la altura de la tarde. Abel leyó y releyó varias de sus poesías. Sonsoles practicó un ejercicio literario que imitaba la voz de un hombre arrepentido. La mayoría de los lectores no se creyó que aquella fuera la voz de un hombre, tampoco que, de serlo, pudiera pensar de esa manera.



Pilar leyó un relato sobre la fiesta de Moros y Cristianos de su pueblo de origen. Detrás de un lenguaje desbordante había una crítica al hombre pusilánime de nuestros días que no es capaz de enfrentarse a una dificultad mayor que la que suponga manejar un ratón de ordenador.



Hermes narró un naufragio. En el barco viajaba mujer que el protagonista había amado toda su vida y la salvaba. También viajaba el hombre que había amado ella, que no sobrevivió. Humor y lirismo servían para arrastrar al lector a una tensión casi mágica.

Miguel leyó un cuento tan sugerente que cada tertuliano habló de él como si hubiera leído una historia diferente. En la historia un español que vive sin ilusión y sin trabajo, viaja a un Báltico hostil para descubrir una mujer y un rayo de esperanza, pero por una razón que ignoramos elige volver a su vida gris, consciente de que va a arrepentirse.



Pilar, la Pilar habitual de la tertulia, hubo dos Pilares esta vez, leyó el último relato de la tarde, que ya había leído en otra ocasión. Una mujer encuentra el mismo escollo con tres hombres diferentes desde su juventud hasta su madurez. Los tres le preguntan “¿tú qué es lo que quieres?” Lo que parece una pregunta resulta ser un test del cual depende la relación. Ella busca una respuesta que los mantenga a su lado, pero solo consigue alejarlos.

Mi opinión, sobre el último relato es que abre muchas preguntas sobre hasta donde llega la incomunicación entre hombre y mujer. Mi opinión, también, es que la respuesta del relato es antiheróica, pasiva, y casi podría decirse, resentida. La narradora, y la protagonista, lejos de rebelarse contra ese examen que no entienden o que las hiere, deciden someterse a él. Es así como el objeto del deseo, lejos de alcanzarse o perderse, se convierte en aquello que las humilla.



La tertulia se alargó hasta las ocho. Algunos habían echado una cabezada, la mayoría participó intensamente en las lecturas. Todos nos fuimos con la cabeza llena de ideas y el estómago saciado de buena mesa. Fue así como pusimos el punto final a un exultante día de primavera en el norte de Madrid.

Más fotos de la tertulia en Flickr.

domingo, 6 de abril de 2014

sábado, 8 de marzo de 2014

El olvido.



En casa de Antonio Costa hablamos del olvido. Él defendió el papel y la tinta y escribir a mano. Alguien defendió que Internet no era un territorio de ciencias, sino de letras.

Juan Antonio Marín leyó un poema sobre el olvido que hablaba también de ser olvidado. Discutimos sobre los perdedores y los vencedores en la literatura. Todo el mundo sabe quien escribe la historia ¿pero es la literatura el refugio que le queda a los perdedores?

Antonio Costa leyó dos poemas. Uno de Leopoldo Panero que acaba de morir (“Trovador fui, no se quien soy”), el otro de Cernuda (“donde habita el olvido.”) Ninguno de los dos requiere comentario.

Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

Luis Cernuda.



"Trovador fui, no sé quién soy"

Sólo en la noche encuentro a mi amada
de noche, cuando más sólo
en el llano en que no hay nadie
sino una dama que aúlla
con la cabeza en la mano
sólo en la noche encuentro a mi amada
con la cabeza en la mano.

Le ofrezco como el incienso
que otros reyes la donaran
mis recuerdos en la mano
ella me tiende su cabeza
y luego, con la otra mano
lenta a la noche señala.

Solo en la noche, en la hora nona
salgo a buscar a mi amada
y en el llano como ciervos
corren veloces mis recuerdos.

Tuve la voz, trovador fui
hoy ya cantar no sé
trovador, no sé hoy quién soy
y en la noche oigo a un fantasma
a los muertos recitar mis versos.

Leopoldo María Panero

José Leyó a Kundera. Un capítulo de sus testamentos traicionados habla de la novela como un espacio donde se suspende el juicio moral. Su territorio es más cercano al que crea el humor, y el humor es algo difícil de explicar.



El orgullo
Abel introdujo sus haikus con una introducción que no nos pareció nueva. Dijo que acababa de componerlo en un rato y no había tenido tiempo de revisarlo. La discusión podía haber sido sobre sus líneas, pero también se habló de su introducción. ¿Por qué decimos que hemos hecho un poema en diez minutos? ¿Porque así evitamos la crítica? ¿Porque así realzamos el poema con lo poco que hay en él de artificio y de meditación? ¿Hay orgullo en decir que un poema nos vino mientras caminábamos hacia la tertulia?

Nadie sabía la respuesta. De hecho, nadie estaba de acuerdo con qué cosa era el orgullo. Dijimos que no era lo mismo estar orgulloso que ser orgulloso; y que sólo una de las dos expresiones encierra algo malo. También quisimos separar, quirúrgicamente, la diferencia entre el orgullo y la arrogancia. Pero ignoro si lo conseguimos o si acaso llegamos a merecer el adverbio. Sé que el vino estaba bueno y que había vino de pitanza y Rioja y que en algún momento todos queríamos tener razón o simplemente decir algo.

Juan Carlos leyó varios poemas, o el mismo, cambiando el orden de sus versos. Eso nos llevó al arte y a los autores que estaban dispuestos a pelear por que nadie les cambiara una letra. Nos llevó al clasicismo, a Cervantes, a qué es arte y qué no, y qué distingue a los grandes de los que solo imitan a los grandes. Hablamos de qué hace que algunos autores merezcan el olvido. Dijimos cosas solemnes, peleamos por la palabra, seguíamos dando vueltas a la literatura y al arte. Hizo buen tiempo y la hospitalidad de Antonio Costa se unió al calor de aquella noche que ya anunciaba la cercanía de la primavera.


Piet Mondrian. Composición A. 1920.

domingo, 2 de febrero de 2014

En casa de Chon

Manuel leyó un relato urbano sobre el metro de Madrid. Xan y Chon adivinaron el año en que había sido escrito, el Madrid que exhalaban los andenes del texto.

Manuel dijo que su relato no era fruto de su llegada a Madrid, era fruto de sus lecturas, de sus influencias.



Pilar, la nueva Pilar, leyó un relato en tierras exóticas cargado de erotismo. "En Lagarto murió un hombre"

Discutimos sobre adjetivos. Adjetivos calificativos y epítetos, los adjetivos que van delante y los que van detrás. Discutimos sobre cosmética: ¿escribimos para gustar a más y más lectores? ¿somos como un anuncio de televisión o como una campaña de márketing? ¿O necesitamos expresarnos aunque no tengamos un solo lector?

Manuel hablaba de las reglas, todo vale, decía él. No somos esclavos de una disciplina, eso no es literatura. No vale poner vallas al campo.



Jose Ignacio nos dejó a todos boquiabiertos con el arranque de su relato. A un señor del pueblo le tocaba siempre la lotería. Mas adelante el hombre se vuelve loco cual Quijote y finge que es un vaquero del viejo oeste, o bien se lo cree de verdad.

En los últimos párrafos, José Ignacio aprovechó el folio vacío para verter ideas sobre las políticas socialdemócratas y el precio que pagamos por un estado del bienestar. Hubo quien criticó la extensión del discurso político por su sobrepeso dentro de un relato. Yo critiqué, también, que coincidiera tan exactamente con la posición ideológica del autor.

Geles va a leer unas amonestaciones en la no-boda de su hija. Hizo una broma sobre no-matrimonio, y yo le sugerí que podía hacer un no-otras-cosas, y seguir jugando con el no. Pero Xan me advirtio que el ingenio estropearía el sentimiento.

La discusión de aquella noche se centró extraordinariamente. Discutíamos con argumentos y llegábamos a conclusiones. Un discurso lleno de ingenio podía ser literario, pero no podía transmitir la emoción de una madre. Una amonestación podía ser maravillosa, pero no tenía que ser literatura.

Abel leyó varios haikus y un poema sobre la naturaleza.

Maria Rosa leyó "Los ángeles tienen esquís" sobre un acontecimiento de la semana anterior que apareció en la El Mundo. Ocho excursionistas se perdieron en Peñalara y estuvieron a punto de perder la vida de no haber sido rescatados. Ella era parte de la excursión.

Juan Antonio leyó un poema profundo sobre la necesidad de dejar de pensar y pasar a ser, simplemente, como una piedra.

El éxito de la lectura le obligó a un "encore".



Pilar, la habitual de la tertulia, narró una historia de una mujer herida y una amante. El telón de fondo era el Carnaval de Venecia. Y hablamos del carnaval.

Mercedes leyó Estrategias de aproximación. La narradora del relato se apuntó a una piscina pública y le tocó compartir calles con una galería variopinta, y harto conocida de estereotipos. Fue en la selección de ese zoo humano donde sorprendió a todos con su dotes descritivas, o bien de observación.

Xan y Lola hablaron de libros y de nacionalismo, citaron a Carel Capek y su "Guerra de las salamandras" y a Gore Vida, Juliano el Apóstata. Yo hablé del Gran Otro de Lacan. Se habló de qué es arte y qué no, de las Latas de caca de Manzoni.



Yo afirmé que la tertulia estaba dividida entre líricos, que son mayoría, y épicos. Los narradores, los prosistas, tenemos otra forma de valorar el texto, no nos importa tanto la cadencia, preferimos la ironía. No estamos dentro de lo que narramos, la intensidad del sentimiento no nos ayuda, nos entorpece para llegar a ese algo, porque el autor, en prosa, no es el narrador. El yo que vive, no es el yo que escribe.

La narración del incidente en Peñalara iba acompañada, para María Rosa, de la verdad. Ella fue una de las excursionistas, ella estuvo allí. Para un narrador, ese conocimiento de primera mano no es un añadido, es un obstáculo. Manuel repitió la respuesta de Paul McCatney cuando le preguntaron por su canción "Yesterday". Él no se sentía así, Yesterday no era él, era su creación, él se sentía estupendamente. ¿Sería mejor canción si McCartney hubiera sentido aquella nostalgia infinita? Spielberg hizo llorar a una generación con un extraterrestre imposible. ¿Habría sido mejor película si el relato hubiera sido autobiográfico? Puede que alguien piense que sí. Pero yo siempre he contado al extraterrestre irreal, y al niño mecánico de Inteligencia Artificial, como dos pluses del arte de Spielberg. Todo el mundo puede emocionarte con un hijo que busca a su madre (ya sea ET, o David, el robot) pero solo un artista te emociona con un ser mecánico y con un alienígena. Cabe hacer un texto hermoso sobre tu vida; nadie lo niega, pero quien escribe así es un autor de una sola obra.

Tuve la sensación, aquel viernes, de que los textos eran secundarios, y de que estábamos hablando de un tema. Hubo un momento en que me pareció que los textos ilustraban, como un ejemplo, las posturas de las discusiones. Lola llamó la atención para que habláramos del relato y de lo que decía, porque somos autores, y vamos a una tertulia a que escuchen lo que decimos, no a ilustrar con ejemplos las tesis de uno o de otro. Y es verdad que aquella tertulia se desvió y que la discusión engulló a los ejemplos, pero, aunque uno no pretenda que sirva de precedente, aquella forma de leer y engullir, me pareció fértil.

Me gusta discutir reglas, conceptos. El escritor puede seguir un canon, o puede elegir saltárselo, pero creo que no le ayuda nada ignorar que existe un como, un arte, un recetario.

Alguien se quejó de que volviéramos otra vez sobre el tema de la creación, y de la contaminación que la realidad ejerce sobre el arte. Yo en cambio, pensé que volver una y otra vez sobre el tema de qué es literario y qué no, que deuda tiene el arte con la experiencia y tantas otras cosas, no es repetirnos. Me gusta volver a mirar el mismo tema con los ojos de otro viernes, o con los de un nuevo contertulio, o con los del efecto que causa una cosecha de vino más antiguo. Mucho más que repetirme me preocupa la idea de estar de acuerdo y creer que haber estado de acuerdo un viernes establece una regla, y que esa regla tiene que ser respetada, y que en futuras tertulias hemos avanzado y hemos decidido, por fin, qué es literatura, o cuanta realidad tiene que haber en ella, o si el autor puede hablar de sí mismo. Si llegamos a certidumbres, pienso, poco Olimpo nos queda como verdaderos escritores.


El album

sábado, 18 de enero de 2014

Una velada gastronómica y literaria



Lola nos invitó a la tertulia, y a su cumpleaños. Pasamos la primera mitad degustando algunos lujos gastronómicos que había preparado durante la tarde. Mezcló verduras como la cebolla, las alcachofas y el brócoli con salsas exóticas, pasas, higos y nueces.

Vinieron muchos tertulianos; caras conocidas, y caras nuevas. Se repitió la mayoría docente. Disfrutamos de las presentaciones, de la comida y de la conversación. Y, al menos a mi, me pareció particularmente fecundo el largo paréntesis desde la última tertulia en relatos y poemas.



Abel leyó dos haikus y otros tantos poemas propios buscando la quintaesencia de la necesidad de la otra persona. Un contertulio nuevo que se llama Javi Rodríguez leyó unos poemas sorprendentes, con un lenguaje coloquial que escondía horas de trabajo y definió la poesía como algo que se compone con un orden que la haga ser recordada y también como una lucha contra un enemigo, y como un arma que no se escapa de la política.



Juan Antonio proyectó un vídeo de la mirada de un ser querido el primer día que tuvo de vida. Lo acompañó de un texto majestuoso. También tradujo de un modo personal el poema de Ernest Henley (1849-1903) que sirvió de guía a Mandela y que es leído en la versión cinematográfica de Clint Eastwood. Lo adaptó al ritmo castellano con versos endecasílabos. El original es así:

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. 
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. 
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find, me unafraid. 
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.


Mandela y el capitan de la Selección Nacional de Rugby

Rocío, una contertulia nueva mostró un ejercicio literario que practica en Internet con un amigo virtual y a la vez real. Se trata de escribir textos a partir de obras pictóricas. Del famoso cuadro de los amantes de Magritte ella extrajo que ese momento de deseo era todo mientras el mundo que quedaba fuera era de falsedad e imposición. Los amantes no necesitan verse porque en su beso llegan a conocerse más a fondo. Lola discutió la posibilidad del conocimiento entre dos personas.


Los amantes. René Magritte.



Geles leyó un capítulo sobre su viaje a las tierras del perú. Había un taxista preocupado, un niño, una embarazada, colores locales y anécdotas. De la exuberancia de su relato quiere dejar un sello reconocible que es el de su estilo.



Pilar leyó un ejercicio de prosa de un taller literario. Una tablet debía aparecer en la vida cotidiana del siglo XV. Al margen de los peros que un historiador pudiera poner a los anacronísmos, ella demostró que nadie la iguala a la hora de mantener el pulso narrativo de un relato por imposible que sea.

Lola releyó dos relatos intensos. Era una noche que se prestaba a relecturas. José Ignacio leyó un cuento que se permitía la libertad de resolver la historia en la primera línea (La lotería): “Casi olvidado, volvió a la memoria colectiva con la frase de moda, salir del armario; a él, en cambio, lo metieron dentro de uno con un fuerte golpe en la cabeza; personal de habitaciones lo descubrió por el olor, y todo siguió su curso invariable, como se suceden las estaciones.”


El beso. Gustav Klimt.