miércoles, 13 de mayo de 2009

El encanto de Damasco

(Foto: El monte Cassiún al fondo con sus laderas construidas por refugiados)
Fotografía y texto de Ángeles Aragón.
"Yo ya sabía que me iba a gustar Damasco. O mejor dicho, tenía muchas ganas de que me gustara Damasco porque, junto con Bagdad y Basora, eran ciudades con las que soñaba yo de pequeña cuando leía “Las mil y una noches”. Bagdad y Basora no llegué a verlas antes de la guerra y con Damasco no quería esperar más.

Llegué a la ciudad un día de noviembre de 2007, de noche, y en primera impresión predominó el color gris sucio de sus edificios, muchos de ellos grandes y feos, a base de cemento. Además es una ciudad enorme, donde la contaminación se huele y a días incluso se masca, con unas autopistas que la atraviesan y que afortunadamente disponen de pasos elevados para cruzarlas, lo que no impide que de todos modos te juegues la vida cruzando las otras calles “normales”.

Mi primer hotel estaba situado enfrente de la Mezquita de Solimán y cuando a la mañana siguiente salí a la calle y vi Damasco por primera vez a la luz del día, me impresionó el color arena de las laderas atiborradas de casas del monte Casiún, que yo veía detrás de las cúpulas de estilo otomano de la mezquita.
Pero pasarían unos días hasta que..."


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1 comentario:

Lola Petit. dijo...

Me ha encantado, Angeles. ¡Enhorabuena!

Tu contertulia Lolita.