viernes, 6 de febrero de 2009

La calma apasionada


"Se metió en el Teatro Marítimo y se puso a leer. Levantaba la vista y se quedaba mirando sin defensa las paredes con bustos. Soltaba la cara sin ninguna expresión.
A un sirviente que se asomó a comunicarle algo su rostro le pareció terrorífico... Había en él una melancolía que lo deshizo. Dijo: "Dejadme cuidar mi angustia".
Le pareció que en su angustia podía descubrir su secreto. Escribió de nuevo los versos: "Pobre alma mía, errabunda, tierna".
Le pareció que se asomaba a lo otro. El mundo que le rodeaba dejaba de tener orden, era como si apareciera Dionisos. El oficial Fluxus fue a verle y se encontró con lo sagrado.
Se asomó un momento al borde del agua y los soldados quedaron extrañados. Vieron cómo su figura se deshacía en el agua y les pareció una pesadilla. Eudoxia se acercó al pretil, superando su propio miedo. El emperador le dirigió una mirada benévola Sabía que era la única que no trataba de sujetarlo. Que le dejaba sentir lo que quisiese."


COSTA GÓMEZ, Antonio (2008): La calma apasionada. Los últimos días del Emperador Adriano, Cultiva Comunicación S.L., Madrid, pág. 104

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