sábado, 25 de mayo de 2013

Lo viajes. Tertulia en la librería de Abel



Leímos un texto de Antonio Costa en el que un gallego viajaba en tren con una mujer hermosa. Cual fue nuestra fascinación cuando descubrimos que la mujer era Marilyn Monroe a la cual todos conocíamos, y queríamos conocer mejor, y cual nuestra sorpresa cuando vimos que el gallego era un rendido Antonio Costa que, por más que todos los lectores lo presentíamos y lo lamentáramos, iba a  verla salir del vagón sin haber conseguido sus favores sexuales.

Xan leyó un capítulo más de su libro que está a punto de ser publicado. Sus dos animales están evolucionando entre aventuras y charlas. Uno de ellos, el perro más cascarrabias, hizo correr por el vecindario el rumor de que sus mordiscos estaban envenenados. No consiguió ser respetado, pero sí consiguió ser rechazado. Su amigo, el perro noble, ingenió otra comidilla para ayudarle. Xan sabía de hablar de la fama y del respeto, de animales que aprenden y de revuelos, con un estilo tan ágil que casi, casi, era invisible.

El cuento de Juan Ignacio hablaba de un amigo rico y un amigo pobre; de deseo carnal y de una mascota. La hija del amigo rico había empezado a madurar, pero, rezagada en su propia inocencia cultivaba la amistad de un cocodrilo. Era un animal de compañía o era un animal al acecho. En algún momento el cocodrilo y y el amigo pobre se fundían en uno solo.

Juan Carlos nos sorprendió con una bellísima canción y con una glosa sobre la letra de la misma que trata del mito de Calypso.


calipso taped on 05/24/13 at 11:57pm with audio app TINYVOX

Abel, que ofreció cortesmente su librería, leyó un poema de Carver.
 
MIEDO
Miedo a ver un coche de la policía acercarse a mi puerta.
Miedo a dormirme por la noche.
Miedo a no dormirme.
Miedo al pasado resucitando.
Miedo al presente echando a volar.
Miedo al teléfono que suena en la quietud de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la limpiadora que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
Miedo a la ansiedad.
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo a quedarme sin dinero.
Miedo a tener demasiado, aunque la gente no creerá esto.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y miedo a llegar antes que nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo a que mueran antes que yo y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre cuando ella sea vieja, y yo también.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día acabe con una nota infeliz.
Miedo a llegar y encontrarme con que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que yo amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya he dicho eso.

También leyó algunos fragmentos sobre viajes elegidos al azar. Una de sus citas hablaba del miedo a viajar a otro lugar y no tener nada que contar. José habló de sus alumnos. Él está intentando que sus alumnos relaten y los alumnos le responden que narrar no sirve para nada porque ya hay quien estuvo allí, y porque lo importante es ver y sentir, y estar, no el contar.



Se habló de los paraísos fiscales. Alejandro dijo retóricamente ¿por qué hay paraísos fiscales? “Porque hay infiernos fiscales”, respondió él mismo. Hablamos de la presión fiscal en España. La mayoría opinó que era alta, todos que era mejorable. Abel dijo que estaba mal repartida. No era una charla de taberna. No queríamos ganar. Era una tertulia donde todo el mundo estaba a gusto exponiendo un punto de vista. Hubo quien defendió a la corona, hubo quien contó con los dedos de sus manos el tiempo que le quedaba. Nos remontamos a Roma, a su República, a su Imperio.

Hablamos de los vascos y de su influencia sobre el castellano. Hablamos del término castellano, y del nombre de pila Vasco. Hubo quien se definió políticamente, y hubo quien quiso mantener cierta distancia poética, aunque ninguno llegó a conseguirlo del todo. También hablamos de la palabra friqui, y de por qué no decir raro y de su traducción al inglés que no es freak sino geek.

Alguien sacó el tema de los colores. Hay diferencias entre los colores para un hombre y una mujer. Alguien nombró el siena, el índigo, ¿qué color era el granate y el lavanda? Hablamos del futuro del libro, de la autoedición. Hablamos de la piratería y de los programas de retoque fotográfico como Photoshop que requieren años para aprender a usar una pequeñísima parte. Xan ha descubierto que tiene un imitador. Se llama David Pintor.



(Aquella misma noche tuve un sueño extraño. En el sueño yo salía de la librería de Abel acompañado de otro tertuliano. En el camino, él me preguntaba por qué yo hacía tantas muecas durante las tertulias. Yo respondí que yo no hacía muecas. Él sacó su móvil y me enseñó las fotos que me había sacado un rato antes. En una yo gesticulaba como un orangután mientras Xan leía su texto, en otra reía como un payaso mientras todos hablaban seriamente de algún tema. Yo no podía recordar haber hecho ninguna de aquellas cosas…)

sábado, 11 de mayo de 2013

¿Por qué escribimos?



Yo prefiero “por”, alguien dijo que prefería “para”. El “qué” no lo tocó nadie. Hablo del tema de la tertulia del viernes en casa de José. Nos reunimos bajo el epígrafe de ¿por qué escribimos? Y acabamos hablando de de todo un poco, de lo que llevábamos; de lo mal que nos estaba tratando a todos esta crisis económica que ha convertido el trabajo en imposible.

Antonio leyó un texto sobre la literatura. Usó un bisturí afilado para separar cosas que pertenecen al conocimiento, y cosas que pertenecen a esa otra esfera que es el desconocimiento, la sorpresa, la conmoción, la risa o el no sé que. El escritor es el tonto, decía.



Consuelo leyó un fragmento de Heterodoxia, de Ernesto Sabato.
EL ARTE COMO FORMA DE CONOCIMIENTO. Lo que podemos conocer de la realidad mediante los esquemas de la razón se parece a lo que podríamos saber de París examinando su plano y su guía de teléfonos, o a lo que un sordo de nacimiento podría imaginar de una sinfonía observando la partitura.

Las regiones más valiosas de la realidad -la más valiosa para el hombre y su existencia- no son aprehendidas por esos esquemas de la lógica y de la ciencia. Querer aprehender el mundo de los sentimientos, de las emociones, de lo vivo, mediante esos esquemas es como querer sacar agua con horquillas.

De las tres facultades del hombre, la ciencia sólo se vale de la inteligencia y con ella ni siquiera podemos cerciorarnos de que existe el mundo exterior. ¿Qué podemos esperar de problemas infinitamente más sutiles? La realidad no está sólo constituida por silicatos o planetas, aunque buena parte de los hombres de ciencia parezcan creerlo. Un amor, un paisaje, una emoción, también pertenecen a la realidad, ¿pero mediante qué conjunto de logaritimos y silogismos pueden ser aprehendidos?

María habló de Australia y de Madrid. Leyó el discurso de Paul Auster cuando le concedieron el Premio Príncipe de Asturias.
Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.

Alejandro defendió la escritura de masas, el folletín, el best-seller, el gusto popular, el gran público. Abel, por su trabajo, conocía ese mundo; lo llamó "la industria". Habló de como se fabrica un best-seller, de los negros y los estudios de mercado. No nos gustaba estar de acuerdo, pero no podíamos evitarlo. Nos producía, a todos, una ictericia, una septicemia, un picor parecido, oír hablar de aquellos otros. Ellos no estaban en ese lado de la verdad que señalaba Antonio. Ellos no eran los tontos, eran los listos.

Juan Antonio leyó un poema. No lo explicó. Juan Antonio interviene para leer sus poemas y no los explica. Son las personas prosáicas las que necesitamos explicaciones. Los poetas, quizá, ya hablan con su poesía.


¿Por qué escribimos? ¿Escribimos para comer o comemos para escribir? ¿Qué hay en un poema que no pueda resolver una ecuación matemática? ¿Es una obra construida con estudios de mercado equiparable a un clásico de la literatura? ¿Los escritores saben algo o son los tontos?

Todo eran preguntas en aquella tertulia de primavera, una primavera que se había hecho de rogar y que había llegado llena de polen. Los tertulianos habíamos venido sin abrigo pero aún no agobiaba el calor. Faltaban muchos, no sobraba ninguno. La tertulia se alargaba con más preguntas. Nadie quería saber las respuestas. El tempranillo estaba bueno, nadie pudo acabar con los entremeses. Fue una tertulia más del Farolillo Rojo.

(El miércoles, 8 de mayo, el diario El País publicaba un artículo sobre el fin de la novela. Se titulaba "Los The End no le van a la novela".)

El jueves, 30 de mayo, Antonio Costa publicó su texto sobre por qué escribimos en el diario Sol de Colombia. Lo tituló: "Escribimos porque somos idiotas".

La mañana siguiente.

miércoles, 1 de mayo de 2013

El Secreto

A mi me explicaron mal la teoría platónica de las ideas. No sé a ustedes, pero estoy seguro de que a mi me la explicaron mal. Escogieron este ejemplo, “Pongamos la idea de una mesa, esa mesa tiene otra mesa más perfecta en el mundo de las ideas”. Si a alguien le explicaron la teoría de las ideas con una mesa como a mi, seguro que aún la recuerda como una pérdida de tiempo. ¿Era tanto pedir que pusieran un ejemplo imaginario? No sé, la idea de lo justo, la idea de lo excelente, la idea de lo bueno y lo malo. En esas ideas, Platón nada como pez en el agua. Mi profesor, en cambio, se paso todo el trimestre hablando de una mesa.

Las escuetas páginas de El secreto, vienen a resumirse en una idea que sería la Ley de la Atracción. Pensar en algo lo atrae. El problema es que odiar es pensar y también atrae. Si dedicas esfuerzos a evitar la guerra, tendrás guerra; en cambio, si piensas en la paz, la cosa puede ir mejor. Hasta aquí es fácil conectar con la autora. Si uno piensa en la persona que odia, la hace más fuerte, si la ignora puede que incluso deje de molestar. El secreto, o mejor dicho, la Ley de la Atracción, se podría usar con tus manías y ver si puedes limarlas quitándolas, primero, de tu mente.

El problema viene cuando Rhonda Byrne, se cree que puede hacer todo con una receta tan esquelética y le dice al lector que si piensa en dinero aparecerá dinero y que toda la humanidad puede vivir saciando sus sueños y que hay para todos en el planeta. Para ser más gráfica se pone a sí misma de ejemplo. Ella pensó en dinero y se hizo rica. Y es probable que sea cierto, pero todos los habitantes del planeta no tenemos la capacidad de contar una obviedad monumental y vender un millón de libros. El premio es sólo para el que llega primero.

Es una cuestión de ejemplos. El interminable debate parlamentario de nuestros días me parece más de lo mismo. Los gobiernos, sean del signo que sean, usan ejemplos pobres, como la mesa de mi profesor de filosofía. Siempre recortan, porque no queda madera, o no quedan clavos. Siempre es la precaria realidad. Luego está la oposición que habla de justicia, de derechos, de ilusión por el futuro. Y claro, uno escucha a la oposición y se llena de alegría, porque esas cosas, como todo el mundo sabe, y como ocurría a Platón cuando uno lee el original, no se acaban nunca.